Impacto de la Obesidad en la Fisioterapia

La obesidad constituye un creciente problema de salud pública a nivel mundial, afectando a individuos sin distinción de edad, género o estrato socioeconómico. En México, por ejemplo, el 70% de la población padece sobrepeso, y cerca de un tercio sufre de obesidad, una condición asociada al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, trastornos musculoesqueléticos y cáncer. La prevalencia y el incremento de la obesidad representan un desafío significativo para el sector salud, no solo por el aumento en la incidencia de enfermedades no transmisibles, sino también por las complejidades que introduce en el manejo médico y fisioterapéutico de los pacientes.

La obesidad es una enfermedad crónica de etiología multifactorial, donde factores ambientales y genéticos juegan un papel preponderante. Aunque es reconocida su complejidad dadas las determinantes sociales, el sedentarismo y una alimentación no saludable se perfilan como sus principales causantes y hasta ahora, aspectos más estudiados. Estos hábitos de vida contribuyen a la acumulación de tejido adiposo en múltiples órganos, derivando en anormalidades cardiometabólicas y disfunciones funcionales.

Este artículo revisa las implicaciones de la obesidad en la práctica fisioterapéutica, destacando la importancia de considerar esta condición más allá de sus efectos en la movilidad y funcionalidad del paciente. Se pone especial énfasis en cómo la obesidad, al ser una enfermedad con un impacto sistémico, altera la homeostasis del cuerpo humano.

Obesidad y Sarcopenia

La sarcopenia, tradicionalmente asociada a individuos de constitución delgada y esquelética, adquiere una dimensión diferente cuando se relaciona con la obesidad. La “obesidad sarcopénica” es un fenómeno bien documentado, aunque su definición aún presenta limitaciones. La interacción entre el tejido muscular y adiposo, especialmente en términos endocrinos, es crucial.

La obesidad sarcopénica es una condición caracterizada por la presencia simultánea de obesidad y sarcopenia, es decir, un exceso de tejido adiposo y una disminución de la masa y función muscular. Esta combinación incrementa significativamente el riesgo de morbilidad y mortalidad en comparación con la obesidad o la sarcopenia por separado. La obesidad sarcopénica afecta principalmente a adultos mayores, aunque también puede presentarse en adultos más jóvenes, especialmente aquellos con estilos de vida sedentarios y dietas pobres.

Artìculos recientes ya discuten las implicaciones clínicas de la obesidad sarcopénica, enfatizando cómo esta condición puede comprometer severamente la calidad de vida, incrementar el riesgo de caídas, discapacidad, hospitalizaciones y mortalidad. El artículo destaca que la obesidad sarcopénica es especialmente problemática debido a que el exceso de grasa corporal puede enmascarar la pérdida de masa muscular, lo que a menudo resulta en un diagnóstico tardío o inexacto.

La patogénesis de la obesidad sarcopénica implica una interacción compleja de factores, incluyendo la inflamación crónica, alteraciones metabólicas, y cambios hormonales asociados tanto con el envejecimiento como con la obesidad. La inflamación crónica de bajo grado, común en la obesidad, contribuye al catabolismo muscular, mientras que la resistencia a la insulina y las alteraciones en hormonas como el cortisol y las hormonas sexuales pueden afectar negativamente la síntesis de proteínas musculares.

Por otro lado, respecto al papel muscular, en pacientes con disminución de la actividad física, esta reduce la contracción muscular y, con ella, la liberación de miocinas como la irisina, esencial en la prevención del tejido adiposo al promover la diferenciación y crecimiento de miocitos y el uso de grasas como energía. Las miocinas son una clase de péptidos o proteínas liberadas por las fibras musculares durante y después de la actividad física. Estas sustancias actúan como señales moleculares que comunican el músculo con otros órganos y tejidos en el cuerpo, ejerciendo efectos sistémicos sobre la salud y el metabolismo. La investigación sobre las miocinas ha revelado que desempeñan roles cruciales en la regulación de diversos procesos fisiológicos, incluyendo el metabolismo de la glucosa y los lípidos, la inflamación, el crecimiento y la reparación de tejidos, y la función inmunológica. Algunas de las miocinas más estudiadas incluyen la irisina, la interleucina-6 (IL-6), la miostatina, y el factor de crecimiento similar a la insulina tipo 1 (IGF-1). Por ejemplo, la IL-6 es una miocina con efectos antiinflamatorios cuando se libera en respuesta al ejercicio, a diferencia de su papel proinflamatorio cuando se produce durante la inflamación crónica. Puede ayudar a mediar los efectos beneficiosos del ejercicio sobre el sistema inmunológico y reducir el riesgo de enfermedades crónicas.

Esta relación entre obesidad y sarcopenia incide negativamente en la independencia funcional del paciente, aumentando el riesgo de caídas, fracturas y la incapacidad para realizar actividades básicas. Además, la obesidad sarcopénica compromete los resultados terapéuticos. Por ejemplo, se ha visto que en pacientes de este tipo que padecen de artrosis y otras condiciones crónico-degenerativas, la literatura científica sugiere que se pueden afectar negativamente los pronósticos terapéuticos comparado con sujetos sin obesidad.

Obesidad y Calidad del Sueño

La calidad del sueño es un factor frecuentemente subestimado en la valoración clínica de pacientes con obesidad. Existe una relación bien establecida entre sueño y dolor, donde la privación del sueño afecta la modulación del dolor y sus mecanismos asociados. La obesidad se correlaciona con alteraciones del sueño, incluyendo somnolencia diurna excesiva y fatiga, deteriorando la calidad del descanso nocturno. Este fenómeno se asocia con una respuesta proinflamatoria exacerbada, atribuible a la secreción de citocinas por parte de las células adiposas, lo que podría explicar la paradoja de dormir mucho pero sentirse fatigado.

La correlación entre la obesidad, el sueño y la fatiga es compleja y multifacética, implicando interacciones bidireccionales donde tanto la obesidad puede afectar la calidad y cantidad del sueño, como los patrones de sueño inadecuados pueden contribuir al desarrollo y exacerbación de la obesidad. Esta relación se ve influenciada por factores fisiológicos, psicológicos y comportamentales.

  1. Apnea Obstructiva del Sueño (AOS): La obesidad es un factor de riesgo bien establecido para la apnea obstructiva del sueño, un trastorno caracterizado por interrupciones repetidas de la respiración durante el sueño. La AOS no solo deteriora la calidad del sueño, sino que también puede contribuir a la fatiga diurna, la somnolencia y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. La acumulación de tejido adiposo en la región del cuello y alrededor de las vías respiratorias superiores puede reducir el calibre de la vía aérea, haciendo más probable la ocurrencia de episodios apneicos.
  2. Alteraciones en la Arquitectura del Sueño: La obesidad se ha asociado con cambios en la arquitectura del sueño, incluyendo reducciones en el sueño de onda lenta y en la eficiencia del sueño. Estas alteraciones pueden disminuir la calidad del descanso nocturno, resultando en fatiga diurna y disminución del bienestar.

Obesidad y Fatiga

  1. Inflamación Sistémica: La obesidad promueve un estado de inflamación crónica de bajo grado, caracterizado por niveles elevados de citocinas proinflamatorias como la interleucina-6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α). Esta inflamación puede contribuir a la sensación de fatiga, afectando negativamente la energía y el estado de ánimo del individuo.
  2. Desregulación Metabólica: El exceso de peso puede llevar a desregulaciones metabólicas, incluyendo resistencia a la insulina y alteraciones en el metabolismo de la glucosa, que pueden influir en los niveles de energía y la percepción de fatiga.

Impacto del Sueño Inadecuado en la Obesidad

  1. Alteraciones Hormonales: La privación del sueño o un sueño de mala calidad pueden alterar las hormonas reguladoras del apetito, como la grelina (que estimula el apetito) y la leptina (que promueve la sensación de saciedad), llevando a un aumento en la ingesta calórica y, potencialmente, a un incremento en el peso corporal.
  2. Disminución de la Actividad Física: La fatiga resultante de un sueño inadecuado puede reducir la motivación y la energía para realizar actividad física, contribuyendo así al balance energético positivo y al aumento de peso.

Obesidad y Dolor

La relación entre obesidad y dolor es compleja y bidireccional. Estudios sugieren que la obesidad puede incrementar la incidencia y persistencia del dolor crónico. Los mecanismos propuestos incluyen un aumento de la carga en las articulaciones, inflamación sistémica de bajo grado y factores psicosociales. La obesidad, al ser una condición proinflamatoria, induce hipersensibilidad a estímulos mecánicos o térmicos y se asocia con un aumento en los niveles de leptina, relacionados con el dolor articular en osteoartritis. Estudios epidemiológicos y clínicos han documentado una mayor prevalencia de dolor crónico en personas con obesidad. Investigaciones específicas han encontrado que la pérdida de peso, ya sea a través de cambios en el estilo de vida, intervenciones quirúrgicas o farmacológicas, puede resultar en una disminución significativa en la intensidad del dolor, especialmente en condiciones como la artrosis de rodilla.

Conclusión

La obesidad no solo implica retos en el manejo del dolor, sueño o funcionalidad, sino que también representa un riesgo significativo para la salud cardiovascular, metabolica y aumenta la probabilidad de desarrollar condiciones de alta mortalidad como el cáncer o el síndrome metabólico. Es imperativo que los profesionales de la salud, especialmente los fisioterapeutas, adopten un enfoque integral en el manejo de pacientes con obesidad, considerando sus múltiples implicancias sistémicas y trabajando interdisciplinariamente para abordar esta condición compleja y multifacética.

La lucha contra la obesidad requiere de un esfuerzo conjunto y coordinado de profesionales de la salud, políticas públicas efectivas y una mayor conciencia social sobre la importancia de adoptar estilos de vida saludables. La fisioterapia juega un rol crucial en este esfuerzo, no solo en la rehabilitación de condiciones asociadas a la obesidad, sino también en la prevención de su aparición y la promoción de un bienestar integral.

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